martes, 20 de julio de 2021

EL REFUGIO

Cuento corto escrito el 22-03-1983 para una clase de la universidad.

Sentada en lo alto de una rama, con la cabeza entre las rodillas, miraba todo lo que tenía a su alrededor. Era su lugar preferido, donde podía pensar o llorar sin que nadie la viera. Desde esa altura las cosas adquirían para ella otra dimensión, todo parecía distinto, otro mundo, su mundo.-

Una abeja pasó zumbando muy cerca, la siguió con la vista hasta perderse en un grupo de florecillas.

De pronto recordó por qué había subido allí, su cuerpo tembló de rabia, mientras una lágrima se deslizaba por su mejilla dejando surcos de tizne y chocolate. Con una mano se limpió el rostro, con la otra se estiraba un rizo rebelde, tratando de alisarlo sin mucho éxito. Odiaba sus crespos, pensaba en lo injusto que era no poder elegir el propio aspecto físico.

Se quedaría ahí quieta, sin moverse. La idea cada vez le gustaba más; esa sería su venganza. Apoyando la cabeza contra el tronco, cerró los ojos quedándose inmóvil. Al poco rato empezó a dolerle el cuello, ¡qué difícil era morirse! Se empezaba a cansar y sentía frío. Abrió un ojo, después el otro, se percató que había oscurecido. 

Apartó las hojas con la mano, allá al fondo se divisaba la casa, la ventana de la cocina iluminada y un delicioso olor a carne asada llegaba hasta allí. Bajó de un salto corriendo hacía ella, mientras se decía: puedo dejarlo para mañana. ¡Eso es, mañana me moriré!


viernes, 16 de julio de 2021

MARAVILLA DE LA NATURALEZA

 Es pequeñito, vivaracho y tornasolado. Cuando el sol le da de lleno brilla en su pecho una plumita roja como un diminuto rubí. No hay que dejarse llevar por su aspecto indefenso, por su tamaño. A cualquiera le hace pensar los peligros que debe afrontar a diario. No nos engañemos, es ágil, veloz y con una versatilidad de movimientos que envidiaría al más moderno de los helicópteros.

Lo he visto enfrentarse a Germán, mi jardinero, con una furia rayana en lo cómico. Algo así como la lucha entre David y Goliat o una hormiga contra un elefante. Germán, sin ser un hombre grande, es gordo y el colibrí pequeñito.

Más tarde descubrimos la causa de su enojo. Nos habíamos aproximado demasiado a su "hogar" que reposaba en las ramas bajas de un mango. Al acercarnos más pudimos ver la más bella obra de ingeniería no hecha por el hombre. Del tamaño de media nuez, forrado por dentro de un tejido o fibra color naranja; por fuera gris, salpicado de pequeños líquenes, en el fondo dos pequeños huevos semejantes a guijarros blancos del tamaño de la uña de mi dedo meñique.

Nos alejamos despacio entre alegres y divertidos, tratando de no molestar más a quien desde una rama nos echaba furibundas miradas.