viernes, 16 de julio de 2021

MARAVILLA DE LA NATURALEZA

 Es pequeñito, vivaracho y tornasolado. Cuando el sol le da de lleno brilla en su pecho una plumita roja como un diminuto rubí. No hay que dejarse llevar por su aspecto indefenso, por su tamaño. A cualquiera le hace pensar los peligros que debe afrontar a diario. No nos engañemos, es ágil, veloz y con una versatilidad de movimientos que envidiaría al más moderno de los helicópteros.

Lo he visto enfrentarse a Germán, mi jardinero, con una furia rayana en lo cómico. Algo así como la lucha entre David y Goliat o una hormiga contra un elefante. Germán, sin ser un hombre grande, es gordo y el colibrí pequeñito.

Más tarde descubrimos la causa de su enojo. Nos habíamos aproximado demasiado a su "hogar" que reposaba en las ramas bajas de un mango. Al acercarnos más pudimos ver la más bella obra de ingeniería no hecha por el hombre. Del tamaño de media nuez, forrado por dentro de un tejido o fibra color naranja; por fuera gris, salpicado de pequeños líquenes, en el fondo dos pequeños huevos semejantes a guijarros blancos del tamaño de la uña de mi dedo meñique.

Nos alejamos despacio entre alegres y divertidos, tratando de no molestar más a quien desde una rama nos echaba furibundas miradas.

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