martes, 25 de julio de 2017

"CARACAS LA DE LOS TECHOS ROJOS" A 450 años de su fundación



Esta mañana lo primero que me encontré al conectarme a internet fue un artículo de mi amigo y colega Alfredo Graffe: "La sucursal del cielo," empieza con "Hoy 25 de julio nuestra ciudad capital cumple 450 años de fundada." Leyendo me entró una terrible nostalgia y a la vez tristeza y afloraron  a mi memoria muchos recuerdos. Confieso que si no es por Alfredo no me hubiese acordado de la fecha. Estamos tan sumergidos en esta locura actual en la que vivimos y son tantas las noticias que nos bombardean por todas partes, desde algunos medios de comunicación digitales hasta los "guerreros del teclado", porque de los otros medios pocos quedan ya; que no le prestamos atención a nada mas.

Yo no nací en Caracas, nací en Barcelona, España. Llegue a Venezuela en enero de 1948 de la mano de mis padres, aventados por la post guerra. Después de la Guerra Civil, España quedó devastada, escaseaba el trabajo y la comida. Por varios años existió la cartilla de racionamiento. Mis padres pasaron muchas penurias, y como infinidad de europeos pusieron los ojos en América; Argentina y Venezuela eran los destinos mas apetecibles en esa época. Se eligió Venezuela por cuestiones que no vienen al caso. 
Embarcamos en Cádiz, sin mal no recuerdo, recién cumplidos mis 8 años en un petrolero noruego, el "Skaras," que admitía pasajeros cuando iba vacío. En esa época era muy común viajar en barco, sobre todo cuando llevabas, como nosotros, varios baúles. Fueron 15 días de travesía, para mi toda una aventura. No eran muchos los pasajeros y niños otros dos muy pequeños que al final la madre decidió comer en el camarote para evitar los desastres que hacían los pequeños. Otros el mareo los alejó del comedor, donde las comidas se hacían con el capitán y los primeros oficiales. Así nos quedamos solo nosotros tres y yo como única niña del pasaje. Los marineros se dedicaron a consentirme, me llamaban "Gosita" y me llevaron a conocer todos los recovecos del barco.
Pasamos Navidad y Año Nuevo en alta mar. El 24 de diciembre empezaron a sacar cajas con adornos navideños, y se decoró el comedor con guirnaldas, bambalinas, lazos. Mi madre todavía guardaba una cestita de tronquitos naturales que le obsequiaron como recuerdo. El 31 de diciembre mi madre convenció, era toda una artista para eso, de que tocara la sirena a las 12 de la noche, el capitán un poco renuente decía que podía interpretarse como que el barco estaba en dificultades, pero ni modo, no le quedó mas remedio que plegarse a la ruegos de mi madre.
En enero llegamos a una de las islas holandesas, no recuerdo si fue Aruba o Curazao, porque el barco no llegaba a La Guaira. Ahí nos montaron en unas lanchas con maletas y baúles, cuando llegamos al puerto, ahí empezó el choque de contrastes, si bien veníamos de una ciudad con muchos problemas, lo que nos encontramos era muy distinto a lo que conocíamos, Barcelona era un lugar señorial, La Guaira era un puerto sin orden ni concierto, donde los niños se peleaban por llevarnos las maletas. Un taxista nos dijo, esperen un momento que voy a buscar el carro, mi madre abrió los ojos como platos. En España un carro es un vehículo tirado por caballos, un automóvil, todavía hoy en día, lo llaman coche. 
Acababa de caer el gobierno de Medina Angarita.
Ya montados en el taxi emprendimos viaje hacia Caracas por la carretera vieja. Si no te mareabas en 15 días de travesía marítima, seguro que después de ese trayecto lleno de curvas y saltos el estómago como mínimo se te encogía.
Ya llegados a Caracas, la de los techos rojos, así la llamaban por la abundancia de casitas con los techos de tejas y escasos los edificios, paramos en una pensión que llevaba el pomposo nombre de Hotel Sport, muy cerca de la plaza Bolívar. Mi madre solía ir a la plaza a zurcir las medias de mi padre (calcetines los llamaba) mientras yo me dedicaba a comer tréboles cual cabrita montaraz. También nos quedaba cerca el El Calvario con sus pequeño zoológico, que visitamos con mi madre varias veces.
No se cuanto tiempo estuvimos ahí, hasta que papá consiguió trabajo como visitador médico en los Laboratorios Andrómaco, y alquilamos una casita cerca de la Iglesia en Antímano. En esa época un pueblito muy simpático, fresco, con algunas casas señoriales donde antiguamente la gente de dinero iba a temperar. Era una humilde casita de piso de cemento y techos de zinc. Ahora ese pueblo no es ni la sombra de lo que fue.
Después de ahí, Güiria, San Cristóbal, Barquisimeto, donde me casé, y otra vez Caracas. No sigo para no aburrirlos.
Caracas era una ciudad agradable donde se podía ir a las cafeterías con sus mesas en la acera, pasear por Sabana Grande a pie viendo tiendas o comprar. Las inolvidables  misas de aguinaldo cuando después se patinaba hasta altas horas de la madrugada. Los auto mercados repletos de toda clase de productos frescos o importados.
Por ahí todavía tengo una libretita donde anotaba, ya empezada la década de los sesenta, lo que gastaba mensualmente en comida, 485 Bs. La tienda Sears donde se conseguía todo para el hogar, en fin una Caracas mas amable, y no el desbarajuste en lo que la han convertido hoy.
En lo que difiero de Alfredo es en que no había tráfico, si lo había, y la mala costumbre de tocar corneta, era tal el escándalo que Pérez Jiménez puso una multa de 500 bolívares, suma astronómica para esa época, para evitar el corneteo. Mi padre me llevaba al colegio por los caminos verdes para evitar las trancas que se formaban en horas pico. 
¡Ah, me explaye en mis recuerdos! Qué tristeza constatar en lo que se ha vuelto la capital de la otrora "Ciudad de los techos rojos." Si a mi hace 20 años atrás me hubiesen dicho que llegaríamos hoy en día, a esta barbarie, caos, delincuencia desatada, escasez, corrupción y un largo etcétera, no me lo creería. 
Cumplir 450 años de fundada merecía una buena celebración, y parece que ha pasado bajo la mesa, la ciudad no tiene dolientes o están muy ocupados en sobrevivir. 
Esperemos, la esperanza es lo último que se pierde o al menos eso dicen, que el próximo año podamos celebrarlo por todo lo alto. La ciudad de los techos rojos ya no volverá, pero tal vez podamos tener otra mas amable que la que tenemos hoy en día.

¡FELIZ CUMPLEAÑOS CARACAS!

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