sábado, 28 de enero de 2012

NO ES XENOFOBIA

Aventados por la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil española, como tantos inmigrantes, italianos, portugueses y españoles, llegue a Venezuela de la mano de mis padres en 1948. Acababa de caer el gobierno de Rómulo Gallegos. Vinimos en un petrolero noruego que partió de Cádiz, puerto desde donde salían los buques que iban a América. Este tipo de buques, cuando venían vacíos admitían pasajeros, luego regresaban cargados de petróleo. Estos  Barcos  no llegaban directamente a La Guaira, anclaban afuera y te llevaban en lancha hasta el puerto. El primer choque que recibimos fue el anuncio que iban a buscar un "carro" para llevarnos los baúles y maletas. Mamá sorprendida comentó: "¡pero sino tenemos tanto equipaje!" Luego se aclararía, que en Venezuela a los "coches" se les llamaba carros. En España un carro es de caballos.

En esos días sino te mareabas en el barco lo hacías en la carretera Caracas La Guaira, vía sinuosa, llena de curvas. 

La travesía en barco duró 15 días, hasta Caracas no recuerdo cuanto tardamos.

Esa Caracas, que llamaban de los techos rojos, pueblerina y tranquila, donde pasear por las calles o plazas no significaba un peligro para la integridad física.

Fuimos a parar a una pensión que ostentaba el pomposo nombre de Hotel Sport, ahí nos instalamos por un tiempo. El hotelito quedaba cerca de la Plaza Bolívar y del El Calvario. 

La Plaza Bolívar de noche era un hervidero de italianos, era el sitio de reunión de estos inmigrantes, donde hablaban, se contactaba a paisanos para posibles trabajos o simplemente sitio de reunión y tertulia. En esta plaza mi madre iba, por las tardes, a zurcir los calcetines de mi padre, sentada en un banco, mientras yo me dedicaba a comer tréboles. Contaba para esa época 8 años.

Luego recalamos en Güiria, ese fue otro choque para mi. Salir  de Barcelona, España, para llegar a un pueblito de pescadores, donde los cochinos y gallinas iban a su aire por esas calles de tierra, donde también deambulaban niñitos desnudos, y donde no era raro que cualquier día empezará a temblar, fue toda una experiencia para una niña de mi edad. 

En Güiria vivía un primo hermano de mi padre, canario, con el cual montó una planta de bebidas gaseosas. Mi padre le puso el nombre de Cola Super. Lugar donde dejó el pelero, desde abrir los huecos para poner los postes donde iría el galpón, hasta el viaje a Trinidad para comprar la maquinaria. Pero por aquello "que el hombre propone y Dios dispone", un cólico nefrítico obligó a mi padre a regresar a Caracas. 

Nos mudamos a Antímano, en una casa cerca de la iglesia, de piso de cemento y techo de zinc. En ese tiempo Antímano era un simpático pueblito, nada que ver en lo que se ha convertido en la actualidad.

Como no era cosa de estar inventando empresas o negocios nuevos, una vez restablecido de su dolencia, consiguió un empleo como visitador médico en Laboratorios Andrómaco, de origen argentino.
Luego de un tiempo lo trasladaron para San Cristóbal, Estado Táchira, luego de cuatro años a Barquisimeto, Estado Lara. Ciudad donde conocí a mi esposo y me casé. Nacido (por accidente) en La Habana, Cuba, de padre británico y madre venezolana, su madre a su vez era de padre de origen alemán y madre canaria.

El que tuvo la paciencia de leer hasta aquí se preguntará: ¿a qué viene todo este gamelote? 

Viene por aquello de la xenofobia, que por razones obvias no puedo tener.

Una cosa es ser inmigrante, tener que irte de tu país, por diversas razones, económicas especialmente, y otra ver que el lugar donde vives y aprendiste a querer: su gente, su música, su comida, su idiosincrasia están a punto de irse a pique. 

Me llama la atención, y a la vez me preocupa mucho, este fenómeno que al parecer no muchos se percatan o si lo hacen miran para otro lado. Nos están invadiendo: cubanos, rusos, iraníes, chinos. Los cubanos están en las notarías, BCV, extranjería, en los cuarteles; los iranies montaron una fábrica de tractores y otra de bicicletas, ¿cuántos tractores y bicicletas han fabricado? aparte de quien sabe que otros negocios se traen, y la ensambladora de automóviles los chasis están a la intemperie oxidándose por falta de repuestos desde el 2006. Por no hablar de todos los convenios comerciales que han hecho con un sinnúmero de países muy beneficiosos para estos ¿y para Venezuela? nadie sabe. La opacidad en todos los sentidos, de este gobierno, nos tiene a todos los venezolanos sin saber como se está vendiendo el país a pedazos. 

Y ni hablar de los convenios con China y los préstamos que han hecho, que algún día vendrán a cobrar. Los demás convenios tal vez si cambia el gobierno, se puedan echar para atrás por inconstitucionales, pero los prestamos no.

Repito, no es xenofobia, solo una gran preocupación.



1 comentario:

  1. Nena, quizás el problema es un término que has usado "invadiendo". Tienes toda la razón en preocuparte, pero no te equivoques porque no es un tema de nacionalidad, es un tema de una gestión nefasta de un hombre que decide quién tiene y quién no. Y al igual que este grupo de personas, están aquellas nacidas en Venezuela que participan de acciones que perjudican a mucha gente. El problema por tanto no es de donde vienes o de dónde eres. El problema es que hay personas y una concreta que se llama Chavez que dirige una orquesta donde el único instrumento lo toca el, porque en su vida "compartir" no es un termino aceptado. Besos guapa

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